Capítulo 2, Mi hogar
Una nueva noche
había llegado, y con ella una nueva jornada de tortura para mí.
Después de lo que
los dos Leomons me habían hecho, esperaba que no volviera repetirse, que esa
noche pudiera admirar el paisaje nocturno que existía fuera de aquel cuarto
donde estaba encerrada. Las montañas, el bosque y a algunos de los digimons que
siempre salían. Algunos eran jóvenes buscando simplemente pasear o jugar, o más
grandes, con algún plan en mente o simplemente disfrutando la noche.
Bien decían que en
un bosque como ese, en una noche de luna llena era el momento perfecto para que
los amantes salieran y expresaran su amor. Quisiera tener esa oportunidad algún
día, tener a alguien que verdaderamente me quisiera y que yo también quisiera.
Pero debía ser
realista. Yo jamás podría tener esa oportunidad, y tampoco podía descansar en
la noche para seguir observando el mundo exterior, y menos con el digimon que
en ese había entrado a mi cuarto y venido a buscar mis servicios.
Era curioso, pero
por un momento extrañe a los dos leones cuando vi de qué digimon se trataba.
Era un Kyukimon, quizá uno de los digimons más raros de ver por aquellos
lugares. Me asusté mucho al verlo, tenía casi el doble de mi tamaño, un pelaje
rosa con una cabellera y una cola azul, unos brazos y piernas que se veían
bastante musculosas, dos enormes cuchillas salían de sus brazos y que parecía
ya haber usado antes para eliminar a muchos otros digimons. Su apariencia en si
era aterradora, pero lo que realmente me asusto de él fue su mirada y su
sonrisa, se veía como un verdadero demente. Eso me tenía paralizada y temiendo
por mi vida, él pareció darse cuenta de mi estado, del temor que recorría mi
cuerpo, y al parecer… le gustaba verme así.
-No debes
asustarte, te aseguro que lo que haremos te gustara- me dijo con un tono
pervertido y sonriendo de la misma manera.
No me había dado
cuenta en el momento en el que entro, pero ahora que lo miraba mejor, puede ver
que su pene ya estaba listo para la acción. Me sorprendí mucho cuando lo vi,
era casi del largo de mi brazo y del mismo grosor, y aun así estaba firme como
una piedra. Sentí mucho asco de solo pensar que eso podría entrar en mi boca o
en mi cuerpo.
No podía
disimularlo y cerré los ojos, caminando hacia atrás, tratando de alejarme todo
lo que me fuera posible. Pero antes de que me diera cuenta, pude sentir que
algo rozaba mi cuello. No sabía de qué se trataba, pero se sentía frio y duro,
y cuando pude ver de qué se trataba, sentí que me moría en vida. Era una de las
cuchillas de Kyukimon, la había puesto para tenerme inmóvil, y luego llevo la
otra hasta el mismo lugar, formando una tijera alrededor de mi cuello. Un
movimiento en falso y terminaría decapitada.
Estaba helada del
miedo, sin saber qué hacer. Empecé a mover mis manos con impaciencia, esperando
que hubiera un espacio para poder escapar de una segura muerte, pero mis manos
sintieron la pared demasiado cerca, pude apoyar mi espalda sobre ella y darme
cuenta de que ya no tenía salida, estaba completamente acorralada.
-¿Sientes miedo?-
me pregunto el estúpido aun sonriendo. Yo no podía dejar de temblar, y pelo se
había erizado por el miedo y la expresión de mi rostro no me ayudaba demasiado
a disimularlo –Si lo sientes. Pero eso es bueno, porque no hay nada más
excitante que una puta con miedo-
Esas palabras me
cayeron como un balde de agua fría, y sabía que marcaban el comenzó. Tenía dos
espadas en mi cuello, una pared detrás mío y a un digimon bastante aterrador en
frente. No había nada que pudiera hacer, solo cerré los ojos y espere lo peor.
Kyukimon no perdió
el tiempo y con un rápido movimiento, introdujo su miembro en mi vagina. Me
sorprendí mucho al sentirlo ahí, era tan grande y duro que solo sentí la punta
entrar. Era terrible y humillante, pero fue peor cuando el desgraciado no quiso
detenerse ahí. Kyukimon siguió empujando su enorme pene dentro de mí, como si
realmente quisiera que entrara completamente. Mientras más se introducía, no
solo me sentía más miserable, sino que podía sentir como si me desgarra por
dentro. El dolor era terrible, me hacía temblar y sentía que en un momento ya
no sería decapitada sino que sería partida en dos.
Trate de contener
un grito de dolor y esperaba que el digimon rosado dejara de introducir su
pene, pero el continuaba decidió a que este entrara. Cada vez entraba más y más,
y el horrible dolor que sentía, no solo en mi vagina, sino mis entrañas, se
hacía todavía más grande. No podía moverme y no podía hacer nada, solo gritar.
-¡deténgase, por
favor deténgase!- gritaba con todas las fuerzas que tenía, mientras sentía como
el miembro seguía entrando y me mataba en vida.
Finalmente, el
miembro había entrado por completo, pero el castigo por el que había pasado mi
cuerpo aun podía sentirlo, y lo seguiría sintiendo. Kyukimon comenzó a sacar su
pene, solo para volver a meterlo y empezar a envestirme. La fuerza de cada
envestida era enorme, y cada vez la velocidad de estas aumentada, haciendo que
mi cuerpo temblara todavía más y más. Podía sentir como una parte de mis
fluidos salían de mi cuerpo y cubrían el enorme miembro, haciendo que el
digimon bestia incrementara la fuerza de sus envestidas, y por estar apoyada
contra una pared, podía sentir cada envestida como un fuerte el golpe en el estómago
que me dejaba sin aire.
Para mí era
suficiente tener esa monstruosidad en mi cuerpo, pero para él no parecía
suficiente. Apoyo su cabeza sobre mi pecho, escarbando por entre mi collar de
pelo hasta encontrar lo que buscaba. Ya ahí, empezó a lamer mis pechos y a
mordisquear mis pezones.
Fueron casi veinte
minutos de lo mismo, y veinte minutos en lo que realmente creí que iba a morir.
Finalmente Kyukimon no resistió más y se corrió dentro de mí. La presión de su
corrida y la cantidad de semen que salía de este digimon era impresionante, y por
impresionante quiero decir repulsivo. Sentía mi cuerpo llenarse de esa
asquerosa sustancia blanca en cada rincón de mi cuerpo, haciéndome sentir como
una puta.
Después de esto,
Kyukimon retiro sus cuchillas de mi cuello. Ahora podía sentirme libre y tranquila
de que no moriría a causa de esas cuchillas, pero no estaba en condiciones para
poder alejarme de ese digimon. Mi cuerpo todavía temblaba y generaba
movimientos involuntarios, no sentía mis piernas ni mis brazos, tampoco podía
sostenerme en pie demasiado tiempo, termine cayendo al suelo, quedando sentada
y apoyada contra la pared. No podía continuar, me sentía muerta, pero como era
costumbre en los desgraciados que siempre venían a verme, siempre querían más,
y yo no podía hacer nada para evitarlo, menos ahora que apenas y podía moverme.
Me aterre al ver
que a pesar de la monstruosa corrida que Kyukimon había tenido en mi interior,
su miembro seguía tan duro y firme como había sido al principio. No podía
creerlo y no me imaginaba lo que seguiría.
El digimon bestia
tomo mi cabeza, la apoyo contra la pared y metió su pene en mi boca. Esto era
realmente más asqueroso y apenas si entraba la punta de este en mi boca, pero a
Kyukimon no parecía realmente importarle eso. Al igual que había hecho con mi
pobre vagina, comenzó a envestirme sin piedad, con toda la fuerza que tenía y a
una gran velocidad. Sentía la inmunda piel de ese enorme miembro en mis labios
y mis dientes, asiéndome sentir que de un momento a otro acabaría
arrancándomelos todos. Las brutales envestidas de Kyukimon no duraron
demasiado. Había llegado al límite una vez más y nuevamente se corrió con una gran
fuerza y liberando una cantidad tan grande de semen que no parecía ser verdad.
Los fluidos de
Kyukimon llenaron mi boca por completo, haciéndome que me tragara una gran
parte y comenzara a ahogarme.
Después de esto
Kyukimon parecía haber terminado conmigo, porque después de haberse corrido,
saco su aparentemente inagotable pene de mi boca y se fue, pareciendo bastante
orgulloso de haberme dejado hecha casi pedazos. Al irse, pude escupir el
asqueroso semen que todavía quedaba en mi boca. El sabor era ácido y terrible,
peor que el de los Leomons. Ahora sentía como si mi mandíbula estuviera rota
porque no me sentía capaz de cerrarla y al intentarlo, sentía un gran dolor por
lo que debía tenerla abierta.
Mire mis piernas y
de mi entrepierna todavía salía una gran cantidad de semen, formando un pequeño
charco blanco debajo de mí. Era una imagen realmente lamentable, tenía semen en
mi boca y mi vagina, mi cuerpo se sentía desecho y yo me sentía más desdichada,
humillada y triste de lo que había estado nunca. Nunca había estado un digimon
tan salvaje y la experiencia no había sido para nada agradable.
Después una media
hora, puede sentirme un poco mejor, ya siendo capaz de moverme y limpiarme la
porquería que me quedaba encima. Sin embargo, aún estaba demasiado débil como
para ponerme nuevamente de pie, y comencé a arrastrarme hasta llegar al
escritorio. Una vez ahí, encendí el televisor y me deje caer al suelo, ya sin
fuerzas. Esperaba encontrar algún programa interesante, principalmente algo
divertido, que me hiciera olvidar el mal momento que había tenido esa noche y
en todas las noches anteriores.
Cuando el aparato
encendió, no apareció lo que espere encontrar y de hecho, solo apareció lo que
quería olvidar, en lo que no quería pensar, en sexo.
Resultaba ser que
aquel aparato estaba conectado a las cámaras de vigilancia de cada habitación.
Así es, yo no era la única prisionera, solo era una de muchos digimons que
vivían en una gran casa, todas hembras y encerradas contra su voluntad, en cuartos
exactamente iguales al mío y cada una de ellas poseía un collar similar al mío,
anulando sus poderes y haciéndolas tan débiles como un digimon recién nacido,
incluso más.
Sí que fui una
idiota al encender ese televisor creyendo que encontraría algo diferente,
supongo que ni siquiera estaba pensando, pero no tenía las fuerzas como para
levantarme y apagarlo otra vez. Podía ver las cámaras de las otras catorce
habitaciones, y en todas ellas sufriendo las mismas humillaciones, violaciones
y maltratos por los que yo había pasado.
Una de ellas estaba
sentada sobre su cama, era una Witchmon. Una bruja digimon, con fama de ser
poderosa y temida, ahora era débil y era humillada por un DinoHyumon y un
Cyberdramon. La ropa de esta digimon había sido arrancada con fuerza, dejando
sus enormes senos y su entrepierna al descubierto, solo tenía sus guantes, sus
botas y su sombrero. Ambos digimons estaban a lado y lado de ella, jalándola
del pelo y metiendo sus dos penes en su boca, al mismo tiempo y con gran
fuerza. Ya comenzaban a liberar su horrible semen y este comenzaba a escurrir
por entre sus labios. En sus ojos podía ver que a ella tampoco le gustaba lo
que hacía, pero no podía hacer nada para evitarlo.
Después de unos
minutos, ambos llegaron al límite y sacaron sus miembros de la boca de Witchmon
para llenar su rostro de semen. Witchmon se veía triste, pero sabía que ese era
solo el comienzo para ella.
En otras dos
habitaciones había una Angewomon y una Ladydevimon. Cada una en su respectiva
habitación, pero ambas pasando por el mismo castigo. Cada una estaba con cinco
digimons, Angewomon con un Grizzlimon, que penetraba con la furia de un demonio
su vagina, y otro debajo de ella penetrando su culo de la misma manera. Un
Astamon, con su traje abierto y obligando a mamar su asqueroso pene, y dos
Agumons a cada lado, obligándola a masturbarlos. Ladydevimon por su parte,
tenía a cinco Cerberusmon, y todos haciendo lo mismo que los digimons que
estaban con Angewomon.
Las digimon ángel y
demonio pasaban por el mismo sufrimiento. Ambas detestaban lo que hacían y se
podía notar que lo que más deseaban era detenerse. Podía ver como algunas
lágrimas brotaban de sus ojos, pero al parecer no afectaba para nada a sus violadores
que parecían dispuestos a no detenerse. De hecho, las penetraban con más
fuerza, lastimándolas todavía más y haciendo que su humillación fuera todavía
peor.
Ellas parecían no
poder resistir más, pero ellos estaban dispuestos a disfrutarlas el mayor
tiempo posible.
En otras dos
habitaciones había una Kazemon y una Ranamon. Cada una de ellas estaba con un
solo digimon, ambos eran Dobermons y ambos las penetraban por atrás como
verdaderas bestias, con mucha fuerza y velocidad, haciéndolas gritar, pero
aquellos gritos no los detenían, simplemente los alentaban más a continuar con
sus embestidas, acomodándose en la espalda de las digimon para mayor comodidad
de ellos, pero no de ellas.
Ambas les pedían
que se detuvieran pero ellos no les hacían caso. Al cabo de unos minutos, los
dos perros se corrieron dentro de ellas, aunque igual siguieron embistiéndolas
una y otra vez.
En otras cuatro
habitaciones más, había una digimon planta en cada una. Una Rosemon, una
Lilymon, una Lilamon y una Lotusmon. Las cuatro eran hermosas, tenían cuerpos
envidiables y un encanto incomparable. Pero todas esas cualidades las habían
hecho victimas de cinco HoneyBeemon cada una.
Las cuatro, a pesar
de encontrarse en habitaciones separadas, pasaban por el mismo castigo y ese
era tener que manejar los cinco miembros, pequeños en grosor, pero
exageradamente largos de esos digimons incesto, entrando en su cuerpo y
cubriéndolas de sus asquerosos fluidos, mientras estos les quitaban la ropa
para poder disfrutar cada centímetro de sus esculturales cuerpos. Ellas también
lloraban y esperaban que todo acabara pronto.
En otra habitación,
una hermosa gata también era una pobre víctima del abuso de esos digimons. Se
trataba de una Bastemon y no la estaba pasando para nada bien. Sus atacantes
eran dos Lobomons. Un penetrando su vagina con tanta fuerza y furia como si se
tratara de una enemiga, mientras que el otro la tenía levantada y penetrada por
detrás. La forma en que esos digimons la estaban violando era terrible, y ella
gritaba, gemía y lloraba, pidiendo que la dejaran, pero ellos no la escuchaban,
solo les interesaba sentir placer.
En otras tres
habitaciones se encontraban encerradas una Gatomon, una Biyomon y una Lunamon.
Ellas eran tal vez las quienes más tristeza me daba, porque eran jóvenes y
tenían mucho por que vivir, y no debían encontrarse en un lugar como ese. Ellas
solo estaban con un macho cada una, pero ese digimon las estaba destrozando sin
ninguna compasión. Biyomon estaba con un Terriermon, que a pesar de su inocente
apariencia, penetraba su culo sin importarle que así la estuviera lastimarte,
incluso haciéndola sangrar, eso solo lo hizo penetrarla con más fuerza.
Gatomon se
encontraba con un Gaomon. Este penetraba la vagina de la pobre gatita como si
no tuviera otra cosa que hacer, corriéndose dentro de ella unas tres vez, pero
aun con ganas de continuar. Finalmente, Lunamon se encontraba con un Gabumon,
quien con fuertes golpes y palabras hirientes, la forzaba mamar su enorme
miembro, que no tardo demasiado en descargar todo su contenido dentro de la
boca de la pobre chica.
En otra habitación
había una Floramon. Otra joven digimon atrapada en ese infierno. Esta sola y
dormida. Parecía que no le habían hecho nada ese día, pero solo sería cuestión
de tiempo para que se lo hicieran, lamentablemente.
La ultima
habitación. La digimon que se encontraba ahí era mi mejor amiga. Era una
Flamedramon.
A diferencia de las
otras digimons, ella estaba sola, pero estaba acostada en el suelo, con sus
senos y su vagina expuesta, cubierta de pies a cabeza de semen y respirando con
dificultad. Al parecer ella ya había sido terriblemente abusada por varios machos
y ahora se encontraba en un mal estado, sin poder levantarse y llorando,
humillada y avergonzada de encontrarse así.
Al cabo una hora,
uno a uno, todos los digimon terminaron con su trabajo y dejaron a las chicas
solas, igual que Flamedramon y yo, cansadas y cubiertas de fluidos. Una vez
estuvieron solas, todas hicieron lo mismo que yo hacía cada noche. Lloraban
desconsoladas y tristes.
Yo me sentía triste
de vivir eso mismo una y otra vez cada noche, desde ya hacía dos meses. Pero él
ver a todas aquellas digimons igual que yo, que cada noche eran violadas
cruelmente cada noche por digimons machos egoístas y crueles, que lo único que
les interesaba era sentir placer. Seguro nadie se daba cuenta de lo triste que
estas chicas estaban y lo mucho que sufrían. Se sentían tan humillas y tan
tristes, verlas así realmente me quebraba el alma.
Ellas se
preguntaban lo mismo que me preguntaba yo cada noche ¿Por qué termine así?
Me preguntaba
muchas veces ¿Por qué las habían traído aquí? Cuando ellas seguramente tenían
una vida, familia, amigos, posiblemente amores, obligaciones y trabajos, en
fin, toda una vida que ellas jamás hubieran cambiado por una vida tan terrible
como la que llevaban ahora.
Después una media
hora, y sin que ninguna de nosotras se hubiera recuperado aun, un nuevo grupos
había llegado, todos entrando de a grupos de a tres a nuestras habitaciones,
listos para divertirse con nosotras.
Ya sabíamos que la
noche para nosotras no había terminado, y nuestros terribles castigos y malos
tratos apenas empezaban.
Acababa de amanecer
pero yo aún no podía levantarme. El castigo por el cual había pasado la noche
anterior todavía lo podía sentir en mi cuerpo. Las piernas y los brazos aun me
dolían un poco. Afortunadamente ya podía cerrar la boca, pero estaba demasiado
cansada y no quería despertar. Prefería mil veces seguir durmiendo, estando en
un sueño en el que yo no me encontraba en ese lugar, sino en… en mi hogar.
Mientras más tiempo
pasaba en ese lugar, mas extrañaba el hogar del que ahora estaba tan lejos.
(Comienzo del
Flashback)
Recordaba que hacía
solo un año, mi hogar era una pequeña casa que se encontraba sobre una colina.
Era la casa donde
había crecido, criada por mi madre, una grande y poderosa Kyubimon y en la que
mi abuela y mi bisabuela también habían vivido, para desarrollar sus poderes
espirituales, y de esa manera, pudieran evolucionar a sus formas
perfeccionadas, Taomon para poder empezar un viaje alrededor del digimundo,
utilizando estos poderes espirituales para enfrentar a digimons oscuros que
hacían uso de la magia negra, las ilusiones y las maldiciones, las cuales
ningún otro digimon podía confrontar, siendo esta una obligación que venía
desde tiempos ancestrales y que se trasmitía de generación en generación.
En ese lugar solo
habíamos vivido nosotras dos, totalmente alejadas de cualquier otro digimon, y
concentradas en nuestro deber de dominar esos místicos poderes. Por ese mismo
año, mi madre había logrado dominar aquellos místicos poderes y convertirse en
una Taomon, por lo que dejo su hogar para emprender el viaje que sus
antepasadas habían hecho también.
Yo me había quedado
sola y tenía el deber de dominar mis poderes espirituales. Pero a diferencia de
mi madre, mi abuela y mis demás antepasadas, yo no tenía un gran interés por
aprender a usar esos poderes. No era que yo no respetara la tradición que desde
hacía mucho tiempo mi familia tenía, y tampoco era que yo no deseara ayudar a
los demás. Pero el hecho de vivir sola tanto tiempo únicamente para incrementar
mis poderes no era una idea que no me agradaba, ya que me gustaba más ser
libre, jugar afuera y tener amigos, pero apenas y tuve la oportunidad de vivir
eso cuando era más pequeña, porque cuando evolucione a Renamon, mi vida se limitó
a entrenar y a estar en mi casa todo el día, y aun cuando mi mamá se fue, ya
estaba demasiado acostumbrada a estar dentro de mi casa y así hubiera sido
durante toda mi vida, hasta que un día encontré algo que la cambio para
siempre.
Cerca de mi casa, una
mañana, me pareció ver algo que pasaba caminando. Era pequeño y no podía ver
con claridad que era y decidí acercarme un poco sin saber de qué se trataba.
Cuando me acerque más lo vi, era un pequeño DemiVeemon. Se vía muy cansado,
jadeando e incapaz de mantenerse en pie por demasiado tiempo, además de estar
mojado, lo que dé inmediatamente me hizo pensar que había estado en el rio que
estaba cerca de ahí. Se veía muy mal, no imaginaba que podía ser lo que le
había sucedido, pero no podía dejarlo ahí.
Lo tome entre mis
brazos a mi casa, ahí lo cure y protegí. Cuando estuvo más recuperado, solo me
dijo que se había caído al rio accidentalmente cuando estaba con su hermana
escapando de un digimon que quería atacarlos. Se veía muy triste por estar
lejos de su hogar y de su hermana, pero era muy pequeño y estaba muy débil como
para estar solo y lo invite a quedarse conmigo en mi casa mientras se
recuperaba, yo después lo ayudaría encontrarse con su hermana.
El tiempo que
permanecimos juntos nos unió mucho. DemiVeemon antes siempre se veía triste,
pero poco a poco su ánimo empezó a mejorar, se veía más alegre y siempre
jugábamos juntos. Yo por mi lado, ya no me sentía tan sola como antes lo estaba,
lo veía como si fuera un pequeño hijo y pronto, otros digimons se nos unieron.
Poco a poco, junto
a mi pequeño compañero DemiVeemon, encontramos a un Tokomon abandonado y que
estaba siendo atacado por unos Demidevimon. Los ahuyente y rápidamente acogí al
pequeño a mi cuidado.
Desde ese día,
empecé a cuidar a todos los digimons bebes que encontraba o que eran
abandonados, haciendo de mi casa un hogar para todos ellos. Deje de lado la
tradición de entrenar mis poderes espirituales y me dedique a cuidar a estos
digimons que tanto lo necesitaban.
Durante ese año fui
muy feliz y "mis pequeños" también lo fueron. Algunos se fueron, como
DemiVeemon y Tokomon, que habían evolucionado y tomado la decisión de buscar
cada uno a su familia perdida. Fue difícil dejarlos ir, pero sabía que debía
hacerlo, y yo siempre los recordaría, y sabía que ellos también lo harían.
Sin embargo, todo
lo que había conseguido, lo que había hecho, fue arrebatado en un solo
instante. Un Digitamamon había aparecido en mi casa pidiéndome ayuda,
diciéndome que había encontrado a muchos digimons heridos y que el solo no
podía atenderlos, y yo accedí muy amablemente a ayudarlo.
¡Dios, que estúpida
fui al hacerlo!
Cuando menos lo
espere, este me había inyectado algo en el brazo, dejándome completamente
dormida.
En un momento
estaba en mi hogar con mis pequeños, y en el otro estaba encerrada, con un
collar que había anulado mis poderes y sujeto a una cadena. Pronto me daría
cuenta de que había muchas como yo y que estábamos en esa casa, dirigida por
aquel mismo Digitamamon.
Nuestro objetivo en
esa casa era, en palabras del desgraciado huevo con patas, ser damas de
compañía para hombres a quienes les hacía falta el cariño de una mujer. Creo
que era una forma elegante de decir lo que realmente éramos y somos,
"Prostitutas".
Desde ese momento,
la vida que había tenido desapareció, y una vida de violaciones, maltratos y
tristeza empezaba.
(Fin del Flashback)
Recordar eso ultimo
me hizo despertar completamente, sintiendo un gran odio hacia aquel digimon que
a base de un engaño me había terminado trayendo a ese lugar y había arruinado
mi vida.
Pero también
recordaba a los pequeños bebes que cuidaba, a los que según ellos, yo les había
salvado la vida, pero en realidad… ellos habían salvado la mía, haciéndola más
feliz de lo que era. Todos aquellos eran buenos recuerdos, pero ya se
encontraban en mi pasado y no había manera de hacer que volvieran. Lo más
seguro era que los demás bebes se habrían cuidado por sí mismos y ya no
esperaban a mi regreso.
Una campana comenzó
a sonar, las puertas se abrieron. Era una señal que ya todas conocíamos, y significaba
que ya era la hora de desayunar. Vi por la puerta a todas mis compañeras salir
de sus habitaciones, las cuales estaban todas, unas frente a otras, en un
pequeño y largo corredor, y yendo en camino hacia el comedor de esa casa. Sin
embargo, yo no me sentía con ánimos de ir a comer, y solo me quede sentada en mi
cama, aun recordando todo mi pasado.
Me sentía triste
otra vez y estaba muy distraída, tanto que no me había dado cuenta que alguien
había entrado a mi habitación y se había sentado a mi lado.
-Buenos días
dormilona- dijo quien había entrado, colocándome el brazo sobre mi hombro.
Voltee a ver de
quien se trataba y me sorprendí un poco al ver a Flamedramon.
-ahh buenos días
Flamedramon- le dije, todavía un poco sorprendida de verla junto a mí.
-Vamos, mejor vamos
a desayunar antes de que nos dejen sin nada- dijo ella, tomándome del brazo y
sacándome de la habitación, pero yo la detuve bruscamente, y eso la sorprendió
un poco -¿Qué ocurre?-
-Nada, es solo… que
no tengo ganas de desayunar- le respondí, entrando a mi cuarto otra vez y
sentándome en la cama.
Por un momento
pensé que ella se iría y me dejaría sola, pero no lo hizo. En vez de eso, entro
a la habitación y se quedó conmigo.
-Todavía piensas en
tus pequeños ¿verdad?- me dijo ella con una sonrisa, había sido la única a
quien le había comentado eso. De hecho, era la única con quien había hablado y
desde el principio había sido muy amable conmigo –estoy segura que ellos están
bien-
-¿realmente lo
crees?- le pregunte, no muy convencida.
-no solo creo en
eso, querida amiga, sino que también creo que serás libre y volverás a verlos-
Me impresionaba
escucharla tan optimista y alegre. Apenas anoche se veía muy triste por haber
sido violada, y no imaginaba cuantas veces antes había pasado por esos
terribles abusos, ya que por lo que había escuchado, ella llevaba más tiempo
que yo.
Aun así ella jamás
perdía su ánimo.
-Recuerda esto
Renamon- continuo –por más triste que sea la vida, y por más dura que sea,
nunca debes perder la esperanza de que todo mejorara. Siempre mira a la vida
con una linda sonrisa, porque al final ella te sonreirá también. Es una frase
mi padre repetía mucho cuando era pequeña-
No cabía duda,
Flamedramon siempre sabia como animarme. A pesar de tener poco de conocernos,
ella siempre me entregaba todo su apoyo y me alegraba cuando estaba más triste,
y era por eso que la consideraba mi mejor amiga.
-tienes razón- fue
lo único que le dije con una sonrisa y ella también me sonrío.
-entonces vámonos, antes
de que las demás chicas no dejen sin nada- me respondió entre risas y ambas
salimos en dirección al comedor.
Era cierto que mi
vida era muy triste en ese lugar, pero al menos gracias a Flamedramon, aún
quedaba un poco de alegría en ella, pero sobre todo, no perdía la esperanza de
que un día toda esa pesadilla terminaría y yo, junto a Flamedramon y las demás
chicas… seriamos…. Libres.
Continuara…
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