miércoles, 26 de marzo de 2014

CAPITULO 1, UNA TRISTE NOCHE

CAPITULO 1, UNA TRISTE NOCHE

La noche ya había caído, era el momento de empezar mi jornada de trabajo, aunque hubiera deseado que mi trabajo fuera algo completamente distinto a lo que ahora hago.

Me asome por mi venta para observar el mundo exterior, un enorme bosque que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Puede ver a varios digimons salir del bosque y venir en dirección hacia este lugar, aunque eso era lo que menos me interesaba, solo me interesaba ver el exterior, y como Renamon que soy, mi vida estaba en el exterior, correr, saltar y pelear.
A pesar de ser de noche, podía ver claramente el bosque, las montañas que se veían tan cerca aunque en realidad estuvieran muy lejos de ese lugar, un enorme cielo, adornado con cientos… no, con miles de estrellas y una gran y hermosa luna. Eso era tal vez lo que me atraía más, la luna. Al verla, sentía una gran felicidad, una sensación que no haba sentido en mucho tiempo.
Como me hubiera gustado salir de ese lugar, ir a la cima de una colina y recostarme en el césped, para poder admirar aquel hermoso paisaje y sentirme… sentirme libre.

Pero cuando toque mi ventana, sentí aquellos barrotes de acero que me hicieron volver a la realidad.



Antes hubiera podido romper esos barrotes sin ninguna dificultad, pero al pasar mis garras por mi cuello pude recordar por qué hace casi un mes no lo había hecho. Un collar de acero, sujeto a una cadena la cual estaba sujeta al suelo y que tenía la habilidad única de anular todos mis poderes. Esa cadena era la que me mantenía encerrada en un pequeño cuarto de apenas un metro cincuenta, de paredes grises y húmedas. En la pared del lado derecho había un televisor sobre un pequeño escritorio y una silla de madera, pero honestamente consideraba que ese tipo de cosas eran realmente innecesarias. En la pared de la izquierda había una cama de colchón duro, con una única almohada y una única sabana de color blanco. Y en la pared que se encontraba detrás de mí, había una puerta de acero con una rendija en la parte inferior, diseñada para que no pudiera abrirse por dentro, solo por fuera.
Esa habitación era realmente deprimente y yo era realmente una prisionera dentro de ella.
No quería seguir viéndola, preferí volver a dirigir mi vista hacía la ventana para poder admirar nuevamente el pasaje nocturno y la hermosa luna que seguía en el cielo, como si me observara. Mientras la observaba, comenzaba a sonreír, al mismo tiempo que buenos y felices recuerdos venían a mi mente.
Hubiera deseado continuar observándola, pero entonces escuche la puerta abrirse detrás de mí. Sabía lo que significaba y aunque no lo quisiera, debía hacerlo.

Le di la espalda a la ventana y mantuve mi vista en el suelo por unos segundos hasta que la puerta volvió a cerrarse. Al cerrarse, alce un poco la mirada para ver quienes habían entrado.

Eran dos Leomon, uno de ellos un poco más musculoso, de pelaje más oscuro y una cicatriz en el ojo izquierdo, lo que me hizo pensar que debía tratarse de un bandido o algún soldado retirado. Ellos me miraban de arriba abajo con ojos llenos de deseo mezclado con maldad y sonriendo de una forma perversa. Ya me hacia una idea de lo que me esperaba.

-Creo que hiciste una buena elección hermano- dijo uno de los Leomon, acercándose por detrás hacia mi –se ve en muy buena forma- y sin previo aviso, llevo una de sus manos a mis nalgas para apretarla con mucha fuerza.
Estaba apretándome muy fuerte y enterrando sus uñas en mi piel, no pude evitar soldar un alarido de dolor, pero eso lejos de detenerlo lo hizo apretarme con mas fuerzas. De haber podido, ya lo habría matado, pero mientras tuviera ese collar en mi cuello, no había nada que pudiera hacer.
Después de unos minutos, me soltó la nalga y pude sentirme más aliviada, al menos hasta que vi a donde se dirigían sus manos.
Levanto mi collar de pelo y dejo expuestos mis senos. No perdió el tiempo en llevar sus manos hacia ellos para aprisionarlos en sus garras y jugar con ellos.
Gemía de dolor, esa parte de mi cuerpo era sensible y no me gustaba que la tocaran, pero solo podía quejarme en mi mente, ya que no tenía libertad de hacerlo de viva voz.

El Leomon se veía muy entretenido con mis senos, masajeándolos con mucha impaciencia y energía, y como si eso no fuera suficiente, se acercó a mi cuello y comenzó a lamerlo y saborearlo como si fuera un trozo de carne. Era una sensación de lo más desagradable, podía sentir su saliva en mi pelo y sus manos apretándome con más fuerza. Quería gritar, decirle que me dolía y que se detuviera, pero no serviría de nada y lo único que conseguiría seria alentarlo más. La forma como el Leomon movía mis senos era dolorosa, pero eso no era lo peor.

Mis pezones se habían puesto duros y el verlos así pareció excitar más al león que comenzó a apretarlos con fuerza, causándome más dolor y haciéndome gemir más.

-Que tetas tan grandes tienes- Decía el Leomon, sin dejar de apretarlas ni un solo momento –y son tan suaves, se sienten muy bien tocarlas ¿Qué pasara si las aprieto más?-

No dudo en averiguar la respuesta a su pregunta. Hundió sus garras en mis pobres senos y los movió con todavía más fuerza, mientras su asquerosa lengua recorría mi cuello de un lado a otro. No podía hacer nada, solo gritar de dolor y esperar que esa tortura acabara ya, que ese tipo se cansara de mis senos y se fuera, pero no iba a pasar, y todo porque otra parte de mi cuerpo empezaba a reaccionar.

Podía sentir un intenso calor en mi entrepierna y la humedad correr por mis piernas. Quería acabar rápido pero mi cuerpo no me estaba ayudando en nada.

Apreté las piernas lo más que pude, esperando simular la humedad y que no se dieran cuenta. Desgraciadamente para mí, los Leomon eran conocidos por tener un excelente sentido del olfato, y el Leomon mas grande, que solo había permanecido de espectador de su compañero, se dio cuenta de mi condición y no iba a desaprovecharla.

-mira esto amigo, está muy mojada- dijo el otro Leomon, pasando su mano por mi entrepierna y frotando esa zona –no es más que una puta después de todo-

Entonces, el Leomon introdujo sus dedos en mi interior, causándome tal vez el peor dolor de todos, los movía de adentro hacia afuera con demasiada fuerza, lastimándome aun mas y haciendo que me mojara mas y gimiera, pero no de placer sino de dolor.
Los desgraciados parecían divertirse y disfrutar mucho conmigo, uno con mis senos y mi cuello, y el otro con sus dedos en mi vagina; pero yo no estaba disfrutando para nada eso, me lastimaban y lo peor es que no tenía la fuerza como para oponerme a todos eso malos tratos.

El Leomon finalmente quito sus dedos de mi entre pierna. Me sentí un poco calmada, aunque humillada al ver como él me mostraba sus dedos llenos de mis fluidos y se reía mientras los limpiaba con su lengua, repugnante.

-Te gusto ¿verdad?- me pregunto sonriendo como un estúpido. Obvio que mi respuesta era que no, pero nada bueno tendría diciéndolo –pues esto te gustara mas-

Antes de que pudiera pensar siquiera en lo que iba hacer, el Leomon me levanto y abrió mis piernas, dejando mi húmeda intimidad expuesta para que hiciera lo que quisiera. Acerco su cara y comenzó a lamerme y luego introdujo su lengua dentro de mí, haciéndome gemir como una loca y haciendo que mi cuerpo empezara a moverse sin control. El otro Leomon siguió apretando mis senos, que curiosamente, hasta para mi, se sentían más grandes de lo que realmente eran.

La temperatura de la habitación aumentaba cada vez más y mas, empezaba a ser insoportable, pero los Leomons seguían en lo suyo y yo no podía hacer nada para detenerlos.
No pude soportarlo más, la manera en que ese Leomon oscuro me lamia llevo mi cuerpo al límite y termine corriéndome sin quererlo. Cuando esto sucedía, era cuando me sentía como una verdadera puta, y era cuando me sentía más triste.
Hubiera querido que todo terminara así, pero sabía que apenas era el comienzo.

-Muy bien zorrita, ya que te hice un favor, es justo que tú me hagas lo mismo- dijo el Leomon responsable de que me corriera, se había puesto de pie y casi al mismo tiempo el otro Leomon soltó por fin mis senos y me sentó en el suelo, sin ser para nada cuidadoso.

El otro se acercó más a mí y comenzó a quitarse los pantalones, dejando expuesto un enorme pene que acercaba cada vez más a mi cara. Se me hacia asqueroso y no quería verlo. Cerré mis ojos y voltee a ver hacia otro lado, pero eso no pareció gustarle nada a Leomon.
Me dio una fuerte bofetada y antes de que reaccionara, el tomo mi rostro e introdujo su miembro en mi boca.

-¿Qué estas esperando puta? Empieza a chupar- me dijo, mostrándose de nuevo molesto y listo a darme otra bofetada si no obedecía.

Tener esa cosa en mi boca, no solo como se sentía sino el sabor que sentía en mis labios. Era realmente asqueroso pero debía hacerlo si no quería que me mataran a golpes. Apreté con fuerza los labios sobre el pene y dentro de mi boca, empecé a lamer la punta de este con la punta de mi lengua. Ahora el Leomon parecía más tranquilo satisfecho, pero con una simple mirada me hizo saber que no era suficiente.

Empecé a enrollar mi lengua alrededor del miembro y comencé a mover mi cabeza de adelante hacia atrás, haciendo que saliera y entrara cada vez. Pude notar que mientras hacía esto, el Leomon apretaba sus puños y gemía un poco, aunque no me gustaba lo que hacía, a él sí, y al menos así no volvería a pegarme.

Estaba haciéndolo bien, creo que demasiado bien porque hice que ese Leomon quisiera que siguiera mamándosela, pero ahora a su modo. Me sujeto con fuerza las orejas, impidiendo que pudiera moverme más ahora era él quien se movía de atrás adelante, metiendo y sacando su pene de mi boca, pero lo hacía con toda la fuerza que tenía y a una gran velocidad. Mientras más me embestía, podía sentir sus fluidos empezar a salir de a poco de su punta, inundando mi boca con el sabor más horrible que hubiera probado en mi vida. Era desagradable, pero debía seguir mamándosela con todo el ánimo posible, no por gusto, pero si para salvar mi pellejo. Se sentía más grande y dura, sentía que no me cavia en la boca y que en cualquier momento estallaría.
Ya era bastante malo para mí hacer eso, pero al parecer otro digimon no pensaba lo mismo.

El otro Leomon ahora quería probar mi vagina, pero no de la misma manera en que su compañero lo había hecho. Él también se había quitado los pantalones dejando ver otro asqueroso pene, duro y listo para trabajar. Tomo mis nalgas para sostenerse e introdujo su miembro de un solo movimiento y con mucha fuerza, causándome mucho dolor, solo que ahora no podía gritar.
Ambos de daban por delante y por detrás con todo lo que tenían y no les importaba si me lastimaban o si yo lo disfrutaba, cosa que no hacía, a ellos solo les importaba sentir placer. Cada vez me envestían con más fuerza y más rápido, sin detenerse ni un solo instante, apretando más nalgas y mis orejas con cada vez más fuerza.

Después de casi diez minutos de castigo, ambos llegaron al límite y se corrieron casi al mismo tiempo en mi vagina y mi boca, llenándome en ambos extremos de su asqueroso semen. Mi boca queda chorreando aquella blanca y pegajosa sustancia que no tenía ni siquiera un buen sabor, y a pesar de todo el bastardo aun seguía envistiéndome, como si no hubiera tenido suficiente con eso. Y atrás era exactamente lo mismo, el Leomon me había llenado de sus fluidos, que habían salido como una botella de champan recién destapada, dándome con fuerza y aun así el seguía envistiéndome.

Casi después de cinco minutos y luego de una última descarga de esperma, finalmente sacaron sus penes y yo pude caer al suelo, humillada, agotada, sudando y cubierta de semen.
Parecía que al fin mi tortura había acabado, pero estaba equivocada. El Leomon oscuro me levanto y me puso sobre el otro Leomon que se había acostado boca arriba. Cuando estuve en posición, el Leomon me introdujo nuevamente su miembro, pero esta vez me lo metió por el culo.
Esa era sin duda la parte de mi cuerpo que estaba menos experimentada en estas cosas, sentía muy apretado y mientras más entraba el miembro, mas me lastimaba y gritaba como toda una loca.
Ahora si estaba dispuesta a decir lo que pensaba, no me importaba si me mataban a golpes, aunque ellos no me dieron la oportunidad de hacerlo. El Leomon que estaba debajo de mí volvió a apoderarse de mis senos, apretándolos con más fuerza y masajeándolos con más entusiasmo que la primera vez. Su compañero también estaba listo para divertirse, abriendo mis piernas y metiendo su pene en mi vagina.

Ambos me envestían con todo lo que tenían, no me daba tiempo de descansar, sus penes entraban tan rápido con tanta fuerza que apenas y podía resistirlo, estaba en mi límite y ellos también, pero parecían dispuestos a disfrutarme el mayor tiempo que fuera posible. Fueron cinco o diez minutos de salvajes envestidas en mis dos agujeros con dos duros penes que en cualquier momento estallarían de placer.

Finalmente los dos leones no lo resistieron más, y yo tampoco, ambos se corrieron con gran fuerza dentro de mí y yo también acabe corriéndome, quedando llena de esperma en mis dos agujeros.
Creí que eso sería todo, pero los Leomons querían una última cosa. Ambos se pusieron de pie y me hicieron sentar en el suelo, solo para poder meter sus miembros en mi boca. Nunca me había gustado tener un miembro en mi boca ¿pero dos? Apenas y me cabían, y ambos querían que se las mamara al mismo tiempo. No tenia opción, tuve que usar mi lengua y mis labios al doble para este trabajo. Ambos no tardaron nada en correrse en mi boca y dejarla llena de su asqueroso semen, el cual ellos me obligaron a tragarme, era asqueroso.
Ya no podía mas, estaba exhausta e incapaz de seguir. Con las pocas fuerzas que me quedaban, me acosté en mi cama y me quede ahí, esperando que ahora si todo hubiera terminado.

Por suerte para mi, ellos parecían también haber llegado a su límite. Volvieron a ponerse los pantalones y se fueron.
Cuando se fueron, pude hacer lo que había estado esperando hacer desde que había iniciado hasta que termino, empecé a llorar. Me sentía como una puta, usada solo para complacer, sin que importara que el ser abusada una y otra vez, cada día, por los digimons machos que venían cada día.
Se supone que el sexo debe ser algo maravilloso, debe estar lleno de amor y debe disfrutarse, pero lo que yo había ahí no era nada de eso. No era más que una puta a la cual todos podían venir a usar para satisfacer sus deseos, sin importarles que mientras más haga esto, mientras más tiempo pasó en este lugar, más miserable me siento.

Extraño mi vida anterior a esto, mi hogar, a los pequeños bebes que cuidaba cuando mas estaba dispuesto a hacerlo y a quienes veía como si fueran mis hijos.

Todas las noches miro por mi ventana y lloro, preguntándome una y otra vez… ¿Por qué termine así?

En ese momento, volví a escuchar la puerta abrirse, y eso solo significaba una cosa, que mi pesadilla empezaba otra vez.
Sería una larga noche. Una larga… y triste noche.

Continuara…

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